A lo largo de la historia de la música se ha oído hablar de los niños prodigios. Posiblemente la música clásica atesora a los pequeños genios más impresionantes de las bellas artes. De ellos se albergan anécdotas, relatos y leyendas sobre cómo, pese a su corta edad, lograron componer y ejecutar las piezas más sorprendentes ante atónitos adultos que no dejaban de alabarlos.
Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Frédéric Chopin, Franz Liszt, entre otros, son claros ejemplos de temprano virtuosismo para el arte musical. Existen muchas preguntas sobre sus infancias, sus familias y lo exigentes que eran estas con los pequeños talentosos. Aunque hay variedad de misterios y rumores sobre estos niños prodigios y sus múltiples habilidades, lo cierto es que actualmente gozan del total reconocimiento del público y siempre son mencionados como paradigmas de prematura genialidad.
Definicion
En general, para considerar prodigio o superdotado a un niño, este debe presentar una puntuación de 130 o más en los test de inteligencia. Según un estudio de la Universidad de Ohio, 1 de cada 100 niños se encuentra en este marco.
Reciben la denominación de “prodigios” en el rubro musical aquellos niños que, sin haber llegado a la pubertad, ya exhiben dotes excepcionales para la música, especialmente en la ejecución de instrumentos. Su talento les permite competir con intérpretes adultos y, posiblemente, hasta pueden superarlos.
El tipo de inteligencia que ellos ostentan es creativa, es decir, suelen recurrir a la producción artística para hacer aflorar sus ideas, sentimientos y emociones. Según investigaciones de la UNAM, esta inteligencia requiere de bastante constancia y disciplina porque es susceptible a ‘bloquearse’. Aquello concuerda con la Teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, quien señaló que la inteligencia musical es la capacidad de percibir y manifestarse con formas y pautas musicales.
Niños prodigios de la musica clasica
Aunque el caso de W. A. Mozart es el más célebre, existen otras historias bastante impresionantes.
Ludwig van Beethoven solamente tenía siete años cuando en marzo de 1778 dio su primera actuación pública en Colonia, Alemania. Inicialmente fue su padre, director de la orquesta de Bonn, quien ejerció de docente con el pequeño Ludwig. Sin embargo, tal era la habilidad del prematuro organista, que la enseñanza familiar quedó insuficiente y tuvo que recurrir a otros profesores más dotados. Fue a la edad de once años, en 1782, cuando publicó la primera composición de su autoría denominada “Nueve variaciones sobre una marcha de Ernst Christoph Dressler”.
La historia de Franz Liszt es igual de sorprendente. A los seis años demostró su gusto por el piano, a los siete recibió sus clases inaugurales de piano, a los ocho ya componía y a los nueve años se presentó en conciertos en Sopron y Bratislava (1820). Posteriormente actuaría para la Corte de la Casa de Esterházy.
Otro caso de temprana genialidad es Frédéric Chopin, quien a los siete años compuso su obra debut llamada “Polonesa en sol menor para piano”, publicada en 1817. Inmediatamente compuso más polonesas, marchas y variaciones. A los ocho años, en 1818, actuó públicamente en el palacio de la familia Radziwill de Varsovia, interpretando el “Concierto en Mi menor” de Vojtech Jirovec.
Por su parte, Georges Bizet ingresó al Conservatorio de París en 1948 sin siquiera cumplir los diez años. Su increíble talento generó la admiración de Pierre J. G. Zimmermann y otros intérpretes experimentados. Bajo la guía de Antoine F. Marmontel, docente del Conservatorio, Bizet desarrolló rápidamente sus virtudes y ganó el segundo premio de piano del Conservatorio en 1851 y, al año siguiente, el primer premio del mismo certamen.
¿Nacidos para la musica o entrenados para ella?
Aunque suele tomarse como un hecho impresionante la existencia de niños prodigios en la música, lo cierto es que se duda sobre si estos nacieron para el arte musical o han sido exhaustivamente entrenados para ello.
La Universidad de Oxford informa que usualmente un niño prodigio no experimenta una infancia adecuada, pues se le aísla para que explore únicamente sus mejores habilidades. Fue el caso de Beethoven, quien se volvió hosco con los demás niños porque su alcohólico padre lo obligaba a ensayar a toda hora.
Actualmente, la psicología afirma que ningún niño debe prescindir de la sana recreación, pues le permite desarrollarse adecuadamente y desarrollar sus talentos aún ocultados. Además, según los redactores de Stylebook, hoy en día existen juguetes educativos musicales -como xilófonos o teclados infantiles- que reúnen el entretenimiento con el cultivo del interés artístico y fomentan su creatividad y psicomotricidad.
El estudio de Oxford también resalta que estos niños pierden la inocencia de su edad al tener que adentrarse en el competitivo mundo adulto y al espectáculo masivo. Entonces, potencian su inteligencia creativo-musical pero se desarraigan del ambiente propio de su edad, como los juegos y las primeras socializaciones.
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